19.11.08

a veces

a veces todo se pierde en un instante, en un segundo, ya. la vida te cercena el futuro, o las situaciones que en un principio te parecen correctas, enteras, certeras y perennes se desestabilizan y todo lo que era cielo azul con esponjitas blancas pasan a ser infierno negro, vacuo, caduco y terrible, y ya nada es como debiera y todos los planes se queman en la hoguera que da calor al camino de la lechera, como si esos mismos planes se hubieran esculpido en hielo, como si te plegaran la escalera justo después de haber atornillado la bombilla y te ves en el aire, mirando hacia abajo y complejo eterno de coyote del correcaminos. solo que aquí si duelen los golpes y toca levantarse, si procede, y enseñar los dientes y esconder la boca y lamerse las heridas y buscar un nuevo sendero, aun cabizbajo, sediento de ira, o venganza, o simple tibieza por no saber haber visto por donde podría venir la sangría, el estacazo, justo antes de quedarte en bragas, o tanga, o tango que bailas mientras las lágrimas te enjuagan la boca y se pierde un gemido al compás de los acordes de la desesperanza.

a veces el tiempo corre demasiado lento, como un vals mal entendido, como una broma macabra, como un reloj entre prisas, y nunca se vislumbra el horizonte, porque no alcanzas la voluntad de erguir la cabeza y buscar una mirada que consuele, que soporte el dolor o el gasto, que amortigüe la pena por lo pasado o sufrido, que haga compañía; entonces nos sentimos solos, oscuros, malditos, y no pensamos que la verdadera respuesta a nuestros males no solo dependen de nosotros, sino del todo que nos encumbra y nos guarda y nos mece. la vida es un colchón de espuma, una cadena dorada, desasosiego en garabatos, y te ancla o te despide apenas te despistes; un globo sonda sin remite, un misil a los sentidos, esos que siempre te engañan, que te ciegan, que hace de un tronco podrido el pedestal de un héroe, que creas que has encontrado la felicidad por simpatía, cuando es la felicidad la que en realidad te encuentra, te disfruta y te saja a su conveniencia y luego, levemente, como si no fuera con ella, te desnuda y te olvida, o te ofrenda caricias, o te apuñala con risas y luego lloras, abandonado a su sombra, diciéndole adiós con la cara compungida y el tiempo atrapado de nuevo en un saco eterno y pesado que cargas con tristeza , y todo se hace longevo y nada se termina o acaba, salvo nuestra esperanza.

a veces todo es tan sencillo como quitarse el reloj de la muñeca, enjuagarse el llanto, levantarse temprano, tomar un café con el alba y observar desde la ventana del bar como la gente corre más que la prisa, atisbar que somos hormiguitas en un hormiguero hormigonado que pisan las flores, respiran humo y tienden a vivir en un mundo que no conocen, ni respetan, ni estudian, ni contemplan ni admiran, ni falta que les hace.

a veces la pena con penas se quita, como si fueran dulces moras, y todo lo que ayer era eterno y pesado hoy solo es etéreo y volátil, y se guardan las lágrimas en el bolsillo de la melancolía y sale de nuevo el sol y nos ilumina aquella mirada oscura y sedienta, y nos engranda el alma y el corazón bombea notas musicales; y el tango pasa a ser balada y la balada besos y los besos amor y compromiso. y entonces- solo entonces, justo antes de cambiar el reloj por un cartucho de golosinas- miras hacia el cielo y compruebas como el nubarrón se aleja hacia el este, y pobre desgraciado al que le coja sin paraguas.

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