19.11.08

cuando uno escucha llorar a su hijo

cuando uno escucha llorar a su hijo, todo es pena, lágrima, miedo; todo se torna castigo, anhelo y se busca la esperanza por donde quiera que se encuentre, y rogamos por el remedio que extinga ese canto de delfín herido, ese dolor blanco que hiere tanto a uno como al otro, al que lo sufre y al que lo acuna y lo besa, al que lo arrulla entre nanas inventadas en este paso de la madrugada y al que nace para ser algo más que un referente futuro o descendencia, la diana de todo lo que pasa a ser nuestra vida- robada por la más sútil y breve de sus sonrisas- y nada permanece como antes, todo cambia, todo se vuelve de color pastel y dibujitos y plasticos coloreados, y Disney, y leche y sonajeros. y todos tus anhelos se convierten en juguetes esparcidos por el suelo y toda la ambición queda resumida en ellos.

cuando uno escucha llorar a su hijo el tiempo se para, la luz se oscurece y la pena apena al que le oye, y el lamento inocente inunda el cuarto y todo lo opaca, y de pronto ya nada es importante, salvo su consuelo, y el sueño se pierde y el alma se agranda para acunarlo en tu seno, besarle la frente, regalarle el mundo, dorarle la vida, porque tu vida deja de ser tuya, porque ya solo sirve para que baste lo suficiente para sacarlo adelante, porque los problemas que nos acuciaban se diluyen en sus lloros, y ya nada importa tanto como para olvidarlo, solo que descanse, que ría, que juegue, que viva, que duerma con los ojos cerrados y bambolee su chupete- entonces no estará totalmente dormido- y se aferre a su muñeco.

cuando uno escucha llorar a su hijo, tiende a morirse poco a poco, en segundos, y acaricia la verdad descarnada de alcanzar a conocer el dolor verdadero- irónico que escueza lo que más sentimos, sin ser parte de nosotros, pese a serlo- de juzgar y padecer al mismo tiempo y forma lo que atenaza su descanso, o su sueño, o su sonrisa; deseas entonces que el tiempo pase y todo acabe, y que el dolor sea inocuo, o leve, o, lamentablemente, obligatorio para que su cuerpecito perfecto se haga más persona y menos sueño. el hombre es el único animal que nace poco a poco, que resurge de sí entre dolores y fiebres, que necesita del espacio de su vida para sufrir todo lo sufrible y y convertir ese dolor en la experiencia necesaria de discernir el camino verdadero del que realmente la mayoría tomamos. el hombre es inocente, curiosamente, hasta que se hace hombre; la ironía de la raza que todo lo siega y nunca escarmienta, la que mata inocencias, la que declara non grata a la propia vida, derrumbando a Gea a pedradas, soliviantando al clima, haciendo más de animal que de hombre, aun a sabiendas que ámbas cosas son la misma, salvo por la ropa de marca y la gomina en el pelo, o por la barba manchada del pan que pides para tus hermanos, o por la insolencia del que perturba lo imperturbable o por el que habla por los vivos sin reconocer a los muertos.

hoy hablaré del regalo de los dioses, del verdadero maná que no vino del cielo, pero que me compromete a ser más de lo que nunca he sido; he aprendido a quitarme el pan de la boca, a ignorar todos los fútiles destellos y dispendios que el consumismo me regala. hoy moriría de amor sin necesidad de que ese amor sea correspondido, hoy mataría sin dudar a quien atente contra cualquiera de la porción más baladí de su vida, hoy firmaría una sola sonrisa suya por el fín de las mías, porque el egoismo se pierde ante la verdad de la inocencia hecha carne, o bolita redonda de mofletes rojizos, o dulce de temporada eterna, o cáliz de las verdades que esconde la mentira traicionera de la vida. hoy daría la mía por un segundo de las suyas, sin apenarme en absoluto, sin mirar hacia el futuro, sin desdeñar mi pasado. hoy no soy nada más que un instrumento gustoso, un aparato de risas, la maquinaria engrasada para que mi soles calienten cada uno de los rincones de mi humilde casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso... Simplemente precioso