25.11.08

de la amistad

a veces tendemos a creer que nuestra mente es poderosa, que abarca lo inabarcable, que aguanta el infinito, que puede ser la columna que soporte nuestros miedos y deseos. y pretendemos autolamernos las heridas, a coste de nuestra cordura, porque a veces los problemas nos sobrepasan y nuestros ojos comienzan a verlo todo oscuro, y el aire nos pesa y ya no llega a nuestros pulmones; entonces es cuando comprendes que el peso de la vida es demasiado azaroso, demasiado duro, demasiado seco.

a veces solemos predicar al viento la valentía de no necesitar ayuda, porque nos hacemos a nosotros mismos, con nuestras virtudes y nuestros defectos y pensamos que golpe que no mata hace mas fuerte, y que nada nos envenena porque nuestra boca permanece cerrada y creemos en esto y en lo otro y cuando menos los esperamos nos sueltan el palazo en la boca, con perdón, y tragamos sangre y digerimos dientes mientras pensamos que demonios ha pasado, porqué la tristeza quema si es tan fría y resuelta, por qué pesa tanto el alma, sobre todo cuando está manchada de desencuentros, de palabras erradas- o peor, escondidas en el bolsillo- de caminos equivocados que solo llegan al abismo.

es entonces cuando comprendemos que somos seres fútiles, finitos, valdíos y se nos hace tarde la vida, se nos escapa entre lamentos y pecados, y las variables de todo lo que una vez pudiste hacer y no hiciste te vuelven loco, como hacen los dioses con los que quieren ver enterrados; y es esa tierra la que te ahoga, la que te hunde los pies en el barro de la mentira- tan solicitada, tan sincera, tan amiga, aun sabiendo que te engaña mientras te mira a los ojos- y te entierras en pensamientos que bombardean la cabeza y el cerebro se atora y la mirada se difumina porque carecemos de la voluntad de centrarnos, y todo se vuelve imposible y pesado, y todo es pasado y nada presente y prescindimos del futuro porque es demasiado doloroso y te vuelves loco y estallas; es entonces cuando viene la fatiga a domarte el estómago, cuando sientes cristalitos en el mismo, cuando la garganta solo admite agua y la sal la acompaña en los esputos.

a veces tendemos a morir en apenas minutos, pese a que el aire siga con nosotros, o el corazón bombee, o el alma aguante. y entonces caemos en la cuenta de que estamos vivos, y miramos hacia el cielo de un amigo y pedimos la ayuda que no merecemos.

a veces la vida es la cáscara difusa del fruto que nos atraganta, y nos ahogamos lo suficiente como para comprender que a veces, por mucho que nos soliviante, necesitamos una buena palmada en la espalda para seguir adelante.

19.11.08

rutinas

a veces nos puede la pena, o el hastío, el desencuentro de pisar el otoño con los mismos zapatos que nos salvaron del verano, aunque nos aprieten o nos hagan cebaduras. la vida es una rueda que siempre pasa por el mismo sitio, hasta crear un hueco donde metemos la cabeza y pensamos que es posible escaparse de la misma e intentamos que la rueda no nos aplaste la cabeza, pero es mentira; una mentira perfecta, un engaño nocivo. ni siquiera podemos elegir no ser, no nacer, no existir.

nacemos, es un hecho, blancos e inocentes, preconcebidos para ser lo que nunca seremos o, con suerte para no ser nada más que lo que parecemos, a veces incluso no es que no seamos nada, es directamente ni siquiera nos importa no serlo, no pensar, no agitar el cerebelo lo suficiente como para pensar en algo más que uno mismo y su ombligo, y experimentar en los sentidos, abrir la mente, soltar el alma y pretender levitar en el aire,escalar una clave de sol y reinar en el feliz mundo de la mentira, de la dulce y cálida mentira donde posamos las posaderas mientras la parte importante del bocadillo que nos toca se nos pierde entre el pan. y es lo que hay, y se asume o se dispara, y punto pelota y adios muy buenas. o quizás somos hijos de banquero torero y nada importa demasiado porque todo se compra con dinero- de otro- y aquí no ha pasado nada, o simplemente nada importa porque nada tienes y el trozo de pan que le sobró al anterior te sienta de maravilla porque ni siquiera lo esperabas, porque solo bebiste agua del mar y comes madera de cayuco, enormes, impactantes en escena, con sus mantas a juego y sus niños muertos o quemados por gasoil, justo antes de cambiar la imagen por un desfile de modas en el que algunas modelos parecen haber desembarcado hace instantes del mismo cayuco que ya hemos olvidado, porque todo va bien en champions y llega el postre y el cigarro y la siesta- si procede- y todo se acaba cuando cierras los ojos y la vida se torna oscura y la banda sonora se apaga y solo quedas tú envuelto en una negrura que parece futuro pero que solo es presente, o pasado, que más dará.

y volvemos a la vida, sin saber muy bien como, justo despues de comer y nos levantamos y montamos en la rueda que nos abre camino para volvernos otra vez al principio; todavía es lunes y la semana es tan larga como el justo destino que no tendremos porque ahora luchar es de cobardes, de necios, todo es cuestión de suerte y hacerte famoso con cualquier incidencia, aunque la incidencia esté en coma en un hospital y tu novia en la tele soltando mierda con el ventilador, precisamente dando lecciones de la moral que se acabó en tiempos pasados, cuando dar las buenas tardes no sonaba a chino, cuando no era habitual que hubiera chinos para dar las buenas tardes, o así.

y así nos luce el pelo- al que le quede- jodiendonos la vista en un periodico en el que parece que sus páginas cortan, admirando al político de turno que vive en una españa a la que ni siquiera llegarás en cayuco, que solo atraviesan mares y no sueños, comprando kleenex al pobre pobre que te mira con una sonrisa en los ojos, pese a que prácticamente siempre estén llorosos o hervidos, o rojizos o quemados o doloridos y que ansia ser adoptado por una sociedad que ni asume ni sabe ni comprende ni le importa un soberano bledo a ese futuro negro platino donde de cabeza nos dirigimos, pese a la rueda porque para negro, el del kleenex del semaforo, que todavía es lunes.

de cuando siempre y nunca

A veces, sólo a veces, o siempre, nos creemos con el poder de la verdad escondido en el bolsillo, en la manga, como un as mal encarado que retuerce nuestra victoria y nos hace acreedores de una sonrisa perfecta, sibarita y, a la vez, desproporcionada. a veces creemos, o pensamos, o jugamos a creer que pensamos que la verdad es una espada que portamos siempre en nuestra mano, y entendemos que si la poseemos es porque siempre ha sido nuestra, y nunca se nos ha obligado a devolverla, si es que eso fuera posible, porque la verdad, por mentirosa que ésta sea, se ancla al ego, se funde y se hace una con nosotros, nos eleva, nos remite a un estado celestial donde nos fundimos a Damocles y pretendemos ser lo que ya creemos que somos; dioses, señores indescriptiblemente hermosos que sacian su verdad con la mentira del resto; siempre me dices lo mismo, nunca se acaba, siempre lo he dicho, y la ropa que nunca recoges, y siempre estamos con lo mismo y nunca se acaba y todo termina en un bucle de acusaciones que hace que desenvainemos el sable y cortemos con lo sano. porque es meridiano, tangible y evidente que una palabra no puede abarcar ni el pasado ni el futuro, acaso el presente, tan mermelado y decadente, que apenas hace que merezca la pena salvo el sabor dulce que queda en el paladar, consciente que ya el presente se convierte en pasado y se acaba como nunca tuvo que hacerlo, o quizás el presente es perfecto y sabe a tan poco como un reflejo de cielo en un alma terrestre, como un suspiro perfecto ante la mirada de los ojos deseados, o un beso arrastrado hacia la boca en el último segundo, como si le salváramos la vida antes de extinguirse, como si un beso no fuera tanto la declamación de un abrazo bañado de éter, como si no fuera solamente un lazo físico que rememora lo espiritual e íntimo, el abrazo del beso, el beso del sueño, el sueño de un beso transladado a un presente que ya se pierde con el eco del beso producido, con su beso y sus retazos de cariño esparcidos por el beso, pese al beso, al acto lacónico y precioso de cerrar los ojos cuando un beso se evapora en la boca del otro, tamizado, saboreado con la esencia de lo que debería haber sido un beso y solo es beso.

siempre que el siempre aparece, o el nunca, o ambos, la verdad se pierde por cada costado que intentamos abrazar, porque es tan clarividente, o mediante, o certero, que nunca ha habido siempre, porque el siempre equivale al roto de desconocer el pasado, a retorcer los recuerdos para adecuarlos a la palabra maldita que se convierte en ley mal entendida, en verdad mal revelada, en castigo eterno, y ya la conversación se pierde en una acusación de dedos, en un alzado de sables que sólo dictaminará la fuerza del que mas grite, engañe o saque el as mal encarado, el que guardamos en nuestra manga y lo apuremos para cantar las cuarenta de nuestro siempre, que siempre vale y marca más que el suyo.

Decir nunca es no haber leído Bécquer, es no creer en nada más que en las palabras, éstas que ahora tanto me sirven para decir tanto o mas que nada, que nunca, que siempre.

Decir nunca y bajar los brazos y esperar que Damocles te rasure la cabeza, esperar al alba para cerrar los ojos, morir de pie para caer muerto, pese al mérito.

decir nunca, o siempre, o aderezarlos en detalles para que parezcan más limpios y puros, o graciosos o punteros es faltar a la verdad del recuerdo, lastimar al otro, prescindir del mismo para acicalar la verdad y hacerla nuestra, pese a que nunca, o siempre, la fuera.

a veces

a veces todo se pierde en un instante, en un segundo, ya. la vida te cercena el futuro, o las situaciones que en un principio te parecen correctas, enteras, certeras y perennes se desestabilizan y todo lo que era cielo azul con esponjitas blancas pasan a ser infierno negro, vacuo, caduco y terrible, y ya nada es como debiera y todos los planes se queman en la hoguera que da calor al camino de la lechera, como si esos mismos planes se hubieran esculpido en hielo, como si te plegaran la escalera justo después de haber atornillado la bombilla y te ves en el aire, mirando hacia abajo y complejo eterno de coyote del correcaminos. solo que aquí si duelen los golpes y toca levantarse, si procede, y enseñar los dientes y esconder la boca y lamerse las heridas y buscar un nuevo sendero, aun cabizbajo, sediento de ira, o venganza, o simple tibieza por no saber haber visto por donde podría venir la sangría, el estacazo, justo antes de quedarte en bragas, o tanga, o tango que bailas mientras las lágrimas te enjuagan la boca y se pierde un gemido al compás de los acordes de la desesperanza.

a veces el tiempo corre demasiado lento, como un vals mal entendido, como una broma macabra, como un reloj entre prisas, y nunca se vislumbra el horizonte, porque no alcanzas la voluntad de erguir la cabeza y buscar una mirada que consuele, que soporte el dolor o el gasto, que amortigüe la pena por lo pasado o sufrido, que haga compañía; entonces nos sentimos solos, oscuros, malditos, y no pensamos que la verdadera respuesta a nuestros males no solo dependen de nosotros, sino del todo que nos encumbra y nos guarda y nos mece. la vida es un colchón de espuma, una cadena dorada, desasosiego en garabatos, y te ancla o te despide apenas te despistes; un globo sonda sin remite, un misil a los sentidos, esos que siempre te engañan, que te ciegan, que hace de un tronco podrido el pedestal de un héroe, que creas que has encontrado la felicidad por simpatía, cuando es la felicidad la que en realidad te encuentra, te disfruta y te saja a su conveniencia y luego, levemente, como si no fuera con ella, te desnuda y te olvida, o te ofrenda caricias, o te apuñala con risas y luego lloras, abandonado a su sombra, diciéndole adiós con la cara compungida y el tiempo atrapado de nuevo en un saco eterno y pesado que cargas con tristeza , y todo se hace longevo y nada se termina o acaba, salvo nuestra esperanza.

a veces todo es tan sencillo como quitarse el reloj de la muñeca, enjuagarse el llanto, levantarse temprano, tomar un café con el alba y observar desde la ventana del bar como la gente corre más que la prisa, atisbar que somos hormiguitas en un hormiguero hormigonado que pisan las flores, respiran humo y tienden a vivir en un mundo que no conocen, ni respetan, ni estudian, ni contemplan ni admiran, ni falta que les hace.

a veces la pena con penas se quita, como si fueran dulces moras, y todo lo que ayer era eterno y pesado hoy solo es etéreo y volátil, y se guardan las lágrimas en el bolsillo de la melancolía y sale de nuevo el sol y nos ilumina aquella mirada oscura y sedienta, y nos engranda el alma y el corazón bombea notas musicales; y el tango pasa a ser balada y la balada besos y los besos amor y compromiso. y entonces- solo entonces, justo antes de cambiar el reloj por un cartucho de golosinas- miras hacia el cielo y compruebas como el nubarrón se aleja hacia el este, y pobre desgraciado al que le coja sin paraguas.

de la crítica

a veces tendemos a confundirnos por el mero hecho de no saber lo que leemos, o no pararnos a pensar lo leido, o no leer lo pensado o no acertar a decir lo que se quiere y no se puede, por falta de filamentos neuronales, por poco patrimonio léxico o por simple desgana informativa.
no será este humilde servidor quien vaya a descubrir la crítica, oceanos de tinta se han escrito para alabarla y otros tantos para sumirlas en las más bajas cotas de la miseria. acierto a decir- o a pensar, o a decir pensando lo que pienso mientras pienso bien lo que voy a decir- que la mayoría de los críticos no son solo más que personas que no pueden subirse en cierto pedestal y se dedican a apedrear al que lo intenta, independientemente de su suerte, sus ganas, sus logros o sus escaleras.

uno piensa que para criticar algo, primero debería madurarlo, masticarlo, saborearlo, pulirlo y abrillantarlo lo suficiente como para que cuando escriba, sea tan dueño de sus palabras como las que crítica, que sea observador y consecuente con la persona que las crea, o destapa, o simplemente enseña porque ya estaban antes creadas; a veces es mejor no decir nada, hacerte bandera del silencio cuando nada es positivo y no tienes como hacer crítica sin sangre- si no puedes decir algo agradable, simplemente cállate- otras veces, se ayuda con la crítica a ayudar a mejorar al diletante, al novel que comienza a andar sin apenas agarrarse y que lo último que necesita es un empujón sin calzo, una puñalada trapera, una bofetada en dolby.

en el caso que me acontece, se me presenta y a la vez represento, solo conmino a no opinar una opinión, porque no son opinables, ni divergentes, ni mesurables ni criticables, en la mayoría de los casos ni siquiera son artículos conscientes o predispuestos, solo acaso un sorbo de tiempo que bebo ajeno a esta tara de vida que represento en mi nombre y firma, una mancha en un blanco, un par de cigarros que se cuecen en un cenicero azul y redondo que me acompaña desde el principio mientras disfruto de la musicalidad del silencio de la noche, de la añeja bombilla que me dora el rostro y me da el único calor que necesito en estos momentos que dejo de ser algo común y predispongo al vacío emocional que plasmo como puedo, sin necesidad de escuelas ni ripios, ni varas medibles ni jeringonzas literarias o gramaticales; un pensamiento que ahora escribo no se opina, ni se critica, ni se alaba ni se premia, porque no busco aprobación o desempeño sobre él, acaso solo lo comparto en solidaridad con aquellos que no solo no piensan igual o parecido, sino que posiblemente están por encima de mis letras, mis escritos, mis artículos e incluso por encima de mi propia moralidad o amplitud de alma.

uno no escribe por palmas o saludos o bravatas, no es precisamente este el lugar adecuado para conseguirlo, ni es mi fín ni mi meta, y pruebo lo dicho con mis disculpas hacia toño por no poder hacerme fuerte y conseguir enviarle cuatro poemas y un funeral para su columna en Almería, y creo que nunca he sacado pecho, ni he insertado mis logros en las frentes de los que me observan ni me vanaglorio de mis virtudes ni mucho menos olvido mis pecados, mis vacilaciones, mis miedos. eso no quita que mi propia defensa sean mis palabras, o los actos que me representan- que son los que realmente si que pueden ser criticados- y que muestre mi lado menos humano y más dañino si con eso consigo dejar de ser molestado, o quizás mejor simplemente vuelvo al silencio y todo se olvida y aquí no ha pasado nada, y escribo entonces en un servilleta de un restaurante que luego me sirve para limpiarme el alma, y el acto de compartir ser convierte en algo pasajero y efímero porque en nada me hace falta mostrar lo que convenientemente la vida te enseña a callar y esconder por miedo a la mofa, al destierro, a la crítica que tanto señala sin apenas levantar la mano, sin saber donde señalar porque es poco el que critica sin hacerse de valor y mostrar el resultado de su crítica, o el pensamiento que le lleva a ese punto exacto de la misma, o simplemente suelta una bofetada de aire porque piensa que esas pocas palabras, enredadas, casi carentes de locuacidad o, perdónenme la puya, inteligencia demuestra que el crítico que se ejercita de esa forma demuestra que esa critica es cero, nada, solar vacío que no tiene puerta ni ventana, que no tiene cuerpo ni base ni sustancia.

uno no le debe nada a nadie, para bien o para mal mi único logro es mi nombre, mi persona, mi esencia que ahora vierto sobre estas palabras y comparto con amigos, enemigos, poetas, lectores y desconocidos que nunca sabrán quien se esconde tras un seudónimo que nada pesa y que tanto me agrada y representa; uno aspira a este pedazo de terreno que bien es cierto que tomó sin pedir prestado ni dar fianza, sin ánimos de nada más que aportar un granito de arena en la ardua tarea que otros ya hacen por magnificar lo que ya de por sí es magnífico. uno no quiere ni flores ni gaitas, ni abrazos ni besos ni adulaciones ni coñas marineras, ni busca ensanche ni nombre ni responsabilidad fraudulenta ni carisma ni excelencia, ni fama, ni gloria.

a veces tendemos a no saber expresar lo que en realidad deseamos decir, o no tenemos esa cualidad o simplemente nos da miedo decir lo que pensamos, cuando una crítica simple y llana solo demuestra lo que es uno, o lo que quiere ser y no puede, o peor, cuando critica algo que realmente le agrada y pone peros para tratar de desmitificar algo que simplemente puede ser agradable, o sincero, o simplemente pasable a resultas de hacer entender que con la crítica solo demuestra lo que le queda por aprender a criticar, a saber estar, a demostrar que si se critica algo por sus motivos o sus cualidades o sus características, hay que demostrar con hechos el porqué de la crítica, en que se basa la misma y que teoria o teorema hace que ésta sea posible. todo lo que no cumpla esa base primordial solo significará incongruencia, odio, envidia o incultura, remediada claramente por cortázar en una mítica frase de un mítico cuento:

rajá, perro.

del tiempo y sus raleas

Nada es perpetuo, ni el dolor, ni la muerte, ni la pérdida de los sentidos; el ocaso de las lágrimas cuando ya todo se ha acabado, cuando su espalda gira la esquina y te quedas sentado observando un cielo que no miras, que brilla para todos menos para uno, que promete lo que no tiene o simplemente nunca llegaras a alcanzar. se va la vida mientras pienso que la vida es un navajazo que te atraviesa el hueso, que hunde el acero en el alma de nuestro cuerpo y que a la vez te recompone para el próximo zarpazo, la rueda, la rueca que gira y recompone el hilo de la norns, el sentido de la vida, el destino; anhelado saber prohibido que nos atrae como la bombilla a la polilla, el futuro- quien lo pillara- que nos obliga a bajar la cabeza y seguir caminando sin mirar hacia los lados, sin apenas darnos cuenta que el futuro es presente y pasado, que nada se desea sino porque no pasará nunca y el nunca es el destino que se nos prepara para luego hallar la forma de quebrarlo. toda la vida mirando la vida para llegar a esto, a creer que el pasado alimenta el ego, que enseña los errores, que subraya lo aprendido para que el mañana sea presente y el presente un boceto a medio borrar de un pasado alejado, sombrío, alejado.

Nada es perpetuo ni perenne, salvo el tiempo. Insolente raya pintada en el agua, maldito tic tac que me adelanta el respiro, todo se acaba menos su cansino caminar hacia la nada, o el futuro, el mañana porque nunca se para o termina, nunca descansa; maldito el tiempo que me hace morir cada segundo un segundo, bendito sea por darle el aliento necesario a mi prole para que puedan ser más que algo más que una bolita de luz difusa y un torbellino de risas optimistas. que tiene el tiempo que nada lo divide, lo frena, lo aplaca; quien mide al tiempo y termina ahogado en su medida, quien no muere degollado por una manecilla violenta que te atrapa a golpes de cadera metálica, quien no conoce al que dejó pasar su vida por mirar la de su muñeca, o corremos por mandato doceavo y las prisas se instalan en nuestro tiempo, y no caminamos hacia nuestro futuro y nos convertimos en pollos sin cabeza que solo desean que se acabe el día para que mañana despertemos y miremos nuestros relojes para comprobar que seguimos vivos y el tiempo ha pasado y se ha perdido en la inconsciencia del sueño, malgastado por la tara que significa morir un poco cada noche para resurgir con el sol por la mañana. el tiempo inmisericorde guía nuestros pasos, nos acelera o nos premia con arrastrar los pies, nos indica la velocidad de nuestra vida, bombea la sangre que nos mueve y nos transforma en héroes o villanos, en los doscientoscincuentakilometrosdemimercedes que corre como miles de caballos y atraviesa sin dificultad un peatón atolondrado, que cosas, como si la velocidad y el tiempo fueran físicamente equiparables, como si la velocidad no fuera esclava del mismo amo que nos solivianta, que nos equivoca, que nos hace ser mas rápidos y menos personas.

El tiempo dispone, asume...

Lo siento, llego tarde.

te miro y te añoro

te miro y te añoro, aun teniendote, te echo de menos mientras beso tu boca, o tu recuerdo, te tengo tan cerca, te quiero tanto que me alejo de tí para sentir lo terrible que es esto sin tu mirada rojiza, tus ojos negros, tus labios frenéticos, tu osada sonrisa. Recuerdo, cuando antes, un ayer tan lejano que ya apenas tiene colores- porque un recuerdo se gasta cuando no se mima, o se contempla, o se disfruta o se sufre, porque un recuerdo no es solo una fotografía de sentimientos, o una bocanada de sentidos, o un enjambre de dagas que pinchan en todas y cada una de las partes del corazón humano, del que se pinta con circulos redondos cuando eres pequeño; un recuerdo es el ayer de uno, el paso recién dado, el ultimo suspiro antes de saltar por el abismo de la vida- en el que yo no era nada salvo una rutina perpetua, un amago de hombre dolido hacia la vida, un raro especimen que vomitaba miserias entre su propia mierda, que solo miraba la vida de reojo, asomado a mi ventana mientra tomaba apuntes que nunca leería, cuando todo transcurría frente a mis ojos y yo lo denostaba para no sufrir la quemadura de un sentimiento, del cariño, de todo lo que nunca se toca y siempre se sufre, el amor, la ira, la vida entera.
Cuanto tiempo ha pasado ya de eso , y que pronto se me hizo, amor mío, que lindo que la vida se detenga a nuestros pasos, ahora que por fín somos adultos y tras nuestras espaldas nos alumbren dos soles perfectos y hagan nuestra sombra mas difusa y alargada; los paseos por el verde, los domingos de churros y mala cara- sabes tan bien como yo que los vampiros odiamos el sol y la mañana- los dibujitos, las risas de Abril, el asombro fingido, lustroso y calculado de tu preciosa hija cuando rememora a la pequeña bolita de color que la acompaña siempre juguetona, esbelta, mismosa, presumida. Te acuerdas cuando ayer era tan gris que no atinábamos a ver nada, que todo era cobre, frío, que nada iba con nosotros; cuando descubrimos que a pesar de ser dos eramos uno, que nada valía tanto que el cariño, la verdad, la amistad, tus ojos, rellenos de mirada honrada y sincera, resplandeciendo amor pese a mí mismo, a esa persona que hoy recuerdo eternamente como un ser fracasado por ser esclavo de sus pensamientos, de sus sentidos, de la venda perpetua que se anillaba en mi cabeza, pese a todo, pese a tener la felicidad dándome puntapiés en la barriga y yo sin querer verlo, por ser afín a mis sombras, a lo gris, a la sonrisa escondida en un rostro pétreo, largo, inmaduro.

te quiero tanto que siento por los dos, y entonces ya no escribo bien, y se me escama el cabello y me tullo al abrazarte, porque quisiera salir de mí y atraparte para siempre, pese a que seas mía, pese al futuro, al pasado, al presente. eres el bastón que guía mis pasos, mi posada, dulcinea, mi mano derecha, el hombro fornido en el que me apoyo para tomar esas decisiones que parecen que surgen del alma y que sin embargo no son más que unos planteamientos efectuados entre ámbos; mi vida entera, el rocío que aclara mi cara y me da vida, frescor, aroma. mi perfume soñado, mi arco iris infinito, mi lluvia clara fina y dulce que me despeja y me hace fuerte, mi destino dorado, mi valencia entera.

ahora duermes, y comprendes que esta lejanía de apenas siete pasos nos une más por la mañana, cuando apenas yo florezco y tu eres el jardín que me acompasa los gruñidos; tu respeto me hace noble, sano- sabes que los cuerdos no necesitan espacio propio, ni sancta santorium, ni espejo curvo donde mirarse el cerebro- y me da alas para acercarte esto que ahora escribo y que sería imposible que saliese por mi boca, atorada por los besos que te debo por ser como eres, por moldearme en algo que cada día parece más humano y persona, más valiente, más adulto.

eres el sueño que me quita el sueño, eres mi pan y mi sal, eres virtud aun cuando yerras- y lo sabes, y como escorpio te aprovechas- eres mi cañada más frondosa y florida , mi primavera eterna, mi eterna llama.

eres la razón de mis palabras, el dolor de mis llagas, el tormento exquisito de este amor que me hace morir quemado en cenizas por las noches y renacer, cual ave fenix, en la mañana.

el trago

la vida es un trago de aguardiente, seco, duro y con un instante de dulzor que se pierde entre el golpe del alcohol en la garganta y la carraspera posterior.
ya nada me sorprende y, sin embargo, me aflige tanto como la desaparición de un allegado en la flor de la misma. no somos nada, acaso una sonrisa que se pierde en segundos, una lágrima perdida en una mejilla robada, una estancia pasajera que recurre a tumbos la tierra de un jardín que nadie cuida, alimenta, mana. somos el eco de una aguja de reloj que nos punza el momento de morirnos; te toca, te toca, te toca... como una sorna eterna que te recuerda que en breve- quién es el guapo que me dice como medir el tiempo, cuando un recuerdo dorado puede durar para siempre, o bien se olvida al cabo de unos míseros segundos- vas a pasar por caja, ahuecando el ala, firmando el finiquito, dando dineros a los escribanos de las esquelas.

la vida es preciosa y maldita, como la moneda ganada con sangre, como la mujer fatal de las películas en blanco y negro. la vida es un tormento gozoso que te permite difrutar de los momentos, pero que a la vez te conmina a mirar al mismo futuro que nos espera a todos . quién es tan estúpido, o tan grandioso, de no tener miedo a la muerte, al descanso eterno, al sueño perenne en el que ya no sientes nada y todo se acaba y se apaga, como la luz de la mesita de las buenas noches, hasta mañana,amor; el beso que nadie sabe si será el último y que desdeñan por creer tener un saco de ellos bajo la cama. somos el escarmiento de los ángeles, somos tan inocuos, tan bobos, tan simples, que pensamos en el mañana sin saber si terminaremos conscientes al final de este mismo día.
la vida se pierde tan pronto como se gana- para morirse solamente hay que estar vivo, o así- para qué el reloj que te marque el camino, si ese camino no es el tuyo, o no está escrito, o no es la letra de tu puño e idem. quién es tan importante que no ha muerto nunca, o quién se ha hecho inmortal,quién y como se gana ese derecho, quién permanece vivo pese a haber muerto o al contrario; cuando los pies se arrastran tanto que pesan más que la propia vida, cuando la vida no es ya tuya, sino que eres solo pasto del viento que te lleva y te trae a sus ganas, cuando el espíritu se ha perdido- o arrebatado- y ya cada cabello es una cana y alma un agujero encharcado donde beben los cuervos. quién no conoce a nadie que ha visto pasar su vida como si fuera la de otro, sin degustar nada más que el quicio de una ventana en el aire, admirando la vida del otro cuando ese mismo otro admira la suya, quién no ha vendido su vida, o la ha hipotecado por creer vivir mejor de lo que realmente necesitaba; los esclavos de este siglo, acosados por comprar metros cuadrados que no pueden llenar de muebles porque no les llega y todo es sopa y pipas y videoclub en un sofá de imitación a piel que se enfrenta a un televisor pequeño en pulgadas y en deseos, mientras el resto del piso- hogar, que dicen otros- permanece distante, engalanados con casquillos de bombillas engarzados a dos cables- rojo y azul,marrón en otros casos- esperando que se acabe la deuda para endeudarse en otra y pagar lo que se debe, o deber lo que se paga, o ámbas cosas o ninguna.


la vida se acaba como se acaba una copa, apurada hasta el último sorbo, paladeando con los sentidos todo lo que has bebido, siendo consciente de la pureza del caldo, de su color, sabor y edad, o estrellada en el suelo, derramando el maná antes de tiempo, ante la mirada atónita de los invitados y tu cara de idiota, intentando hacer como si nada hubiera pasado, aunque así haya sido.

la vida es injusta, cruel, dañina, traicionera y mezquina, ladrona, terrible, ruín, esperpénticamente fría, etérea y breve, pero es dichoso el que la padece, porque todavía puede lamentarse y abrir otra botella.

la vida es una gota de rocío que se escapa de la hoja, es el destello de un cristal que te obliga a cerrar los ojos, alzar la mano a modo de visera, e intentar divisar cual es verdaderamente nuestro destino, para inmediatemente olvidarnos de él y seguir, a pesar de todo, hasta donde el cuerpo aguante.




a Javier López y a toda su familia

cuando uno escucha llorar a su hijo

cuando uno escucha llorar a su hijo, todo es pena, lágrima, miedo; todo se torna castigo, anhelo y se busca la esperanza por donde quiera que se encuentre, y rogamos por el remedio que extinga ese canto de delfín herido, ese dolor blanco que hiere tanto a uno como al otro, al que lo sufre y al que lo acuna y lo besa, al que lo arrulla entre nanas inventadas en este paso de la madrugada y al que nace para ser algo más que un referente futuro o descendencia, la diana de todo lo que pasa a ser nuestra vida- robada por la más sútil y breve de sus sonrisas- y nada permanece como antes, todo cambia, todo se vuelve de color pastel y dibujitos y plasticos coloreados, y Disney, y leche y sonajeros. y todos tus anhelos se convierten en juguetes esparcidos por el suelo y toda la ambición queda resumida en ellos.

cuando uno escucha llorar a su hijo el tiempo se para, la luz se oscurece y la pena apena al que le oye, y el lamento inocente inunda el cuarto y todo lo opaca, y de pronto ya nada es importante, salvo su consuelo, y el sueño se pierde y el alma se agranda para acunarlo en tu seno, besarle la frente, regalarle el mundo, dorarle la vida, porque tu vida deja de ser tuya, porque ya solo sirve para que baste lo suficiente para sacarlo adelante, porque los problemas que nos acuciaban se diluyen en sus lloros, y ya nada importa tanto como para olvidarlo, solo que descanse, que ría, que juegue, que viva, que duerma con los ojos cerrados y bambolee su chupete- entonces no estará totalmente dormido- y se aferre a su muñeco.

cuando uno escucha llorar a su hijo, tiende a morirse poco a poco, en segundos, y acaricia la verdad descarnada de alcanzar a conocer el dolor verdadero- irónico que escueza lo que más sentimos, sin ser parte de nosotros, pese a serlo- de juzgar y padecer al mismo tiempo y forma lo que atenaza su descanso, o su sueño, o su sonrisa; deseas entonces que el tiempo pase y todo acabe, y que el dolor sea inocuo, o leve, o, lamentablemente, obligatorio para que su cuerpecito perfecto se haga más persona y menos sueño. el hombre es el único animal que nace poco a poco, que resurge de sí entre dolores y fiebres, que necesita del espacio de su vida para sufrir todo lo sufrible y y convertir ese dolor en la experiencia necesaria de discernir el camino verdadero del que realmente la mayoría tomamos. el hombre es inocente, curiosamente, hasta que se hace hombre; la ironía de la raza que todo lo siega y nunca escarmienta, la que mata inocencias, la que declara non grata a la propia vida, derrumbando a Gea a pedradas, soliviantando al clima, haciendo más de animal que de hombre, aun a sabiendas que ámbas cosas son la misma, salvo por la ropa de marca y la gomina en el pelo, o por la barba manchada del pan que pides para tus hermanos, o por la insolencia del que perturba lo imperturbable o por el que habla por los vivos sin reconocer a los muertos.

hoy hablaré del regalo de los dioses, del verdadero maná que no vino del cielo, pero que me compromete a ser más de lo que nunca he sido; he aprendido a quitarme el pan de la boca, a ignorar todos los fútiles destellos y dispendios que el consumismo me regala. hoy moriría de amor sin necesidad de que ese amor sea correspondido, hoy mataría sin dudar a quien atente contra cualquiera de la porción más baladí de su vida, hoy firmaría una sola sonrisa suya por el fín de las mías, porque el egoismo se pierde ante la verdad de la inocencia hecha carne, o bolita redonda de mofletes rojizos, o dulce de temporada eterna, o cáliz de las verdades que esconde la mentira traicionera de la vida. hoy daría la mía por un segundo de las suyas, sin apenarme en absoluto, sin mirar hacia el futuro, sin desdeñar mi pasado. hoy no soy nada más que un instrumento gustoso, un aparato de risas, la maquinaria engrasada para que mi soles calienten cada uno de los rincones de mi humilde casa.

el blanco de un folio

nunca le tuve miedo al blanco de un folio, es curioso, la de cosas que se pueden decir sin decir nada, o sin pensarlas, o simplemente observas como de tus manos, de tu pluma, del puntero de los dedos comienza a nacer algo que antes no existía; es como un pequeño milagro, como un sentimiento prensado que se despliega ante todos para darse a conocer, como una mentira cohibida que deja de estar en un callejón oscuro para hacerse realidad, o verdad, o mentira simple y llana esculpida en palabras, adornadas con adjetivos, guirnaldas verbales o simple mierda atiborrada entre el léxico. he visto querer hacer sonar trompetas sin mas armas que un tambor, y a pesar de todo se encontraba la armonía. He tenido en mis manos la mas filarmónica de las orquestas para terminar barruntando el más misero de los sonidos; el eco del vacío, el hueco, el arte de no decir nada, de ser solo figurita para que te lean, para que vean lo capaz que eres de ponerte medallas para luego resultar aplaudido, sin pensar entonces que en realidad solo vales un aplauso que el aire se lleva, como se va la vida,traicionera y rápida, el tiempo y lamentablemente, el dinero.

manchar el blanco es un proceso cognitivo, es el huevo y la gallina, el orto y el ocaso. Nada puede escribirse si nada se sabe, o, al menos, se toma conciencia de ello. a veces uno toma el rumbo de introducirse en un sentimiento para plasmar lo que se encuentra dentro, o adentro,o colgado en los rostros de los que conoces y que ellos ni siquiera saben que tienen; te armas de voluntad y decides contar algo que todo el mundo sabe de su existencia y que, sin embargo, apenas repara en acariciarlo. otras veces es el propio sentimiento el que te abofetea la cara, te pisa el alma, te acaricia las heridas que nunca muestras- maravillosas metáforas que tanto enseñan sin decir nada-, te avasalla, te corteja o te hunde. lo maravilloso y lo terrible de los sentimientos es que te pintan en la cara el reflejo del alma, si es que éste existe; como si el alma fuera un espejo que reflejara algo, como si no estuviera este reflejo tan escondido que solo se atisbara el negro del callejón de los sentidos que no expresamos, que nos guardamos para nosotros sin atisbar a creer que regalar un sentido, un sentimiento, un halo de la esperanza que a nosotros nos negaron es como regalar un árbol de navidad perpetuo, como sacar el espejo a la ventana y divertirnos viendo como nos endulza la casa, como dar de beber al sediento sin pedirle luego nada a cambio.

siempre quise creer que manchar el blanco es aprender de ti mismo, y creo no haberme equivocado en este punto. he conocido personas terribles, o secas, o temerosamente valientes o estúpidas que cambian en el preciso instante que sacan su pluma a pasear y truecan de persona a creador; cuando se cortan el estómago con ápices de su verdad y muestran lo que en su forma natural esconden; cuando nacen, poco a poco, en cada una de las lineas que escriben, o inventan o simplemente crean de la nada, del zurrón de los sueños que permanece vedado para el resto de los mortales y se hace camino entre la inmundicia de la relatividad del tiempo muerto- cuando uno no es consciente de lo caro que puede resultar un segundo de su propia vida- o cuando te muestran en realidad que son algo más que simples personas. que crean, que son dioses ante el papel que humillan con borrones que mañana serán parte de la literatura universal, o quizás esas palabras no lleguen nunca a ningún sitio aunque lo merezcan; quien no ha visto nunca un desatino similar, quien no conoce a alguien que sirva para mucho más de lo que actualmente hace. quien no conoce a un genio frustrado, un espejo roto, una silla de tres patas, quien no ha sufrido la melancolía impuesta a dedo por tu espacio social, por tu simple apellido, por tu propio padre, quien no se ha sentido a veces desollado por una realidad dura que te estampa en la cara el camino que has de seguir para convertirte en algo más que nada, en el reflejo del espejo anterior, en la propia sombra que se supone pisamos y que en realidad se rie de tus propias limitaciones, de tu poco espíritu, de lo vago de tu mente que te impide ser lo que quieres y terminas acatando la pegatina que adhieren en la frente al nacer. quien no ha leido nunca un libro y ha pensando que éste resultaba insulso, estéril, grueso, y humildemente ha pensado un segundo que pasaría si el cajón se abriera y los escritos atesorados entre lo desodernado de nuestras ilusiones se vieran plasmados en una obra de papel y oro. quien no ha tenido nunca una idea y no se ha visto con fuerzas para desarrollarlas, quien lo hizo y solo consiguió que se las plagiaran, para resultar siendo el éxito de otro que solo tiene nombre, suerte, rostro para las masas.

manchar un blanco es despreciar todo eso, es blandir el estandarte de tu personalidad y regalarlo al pueblo, hacer el camino para que los demás te sigan, conseguir el sueño que todos persiguen. manchar el blanco es aferrar el poder de un Dios en una sola mano, ejecutar una sinfonía tocando de oído, tomar un helado con la boca de otro.

manchar un blanco es creerse mejor por unas horas, hacerse fuerte entre los bastidores de tus propias palabras, iluminar un campo de fresas, acariciar un niño pequeño mientras le miras a los ojos.

manchar un blanco es vivir un rato, dejar de ser algo necesario y convertirte, por momentos, en la mano que mece la cuna de nuestros deseos.

ayer

ayer llovía por ahí detras. arriba, en el cielo. hoy, sin embargo, el calor aprieta tanto que ahoga, como Dios, o quizás no, considerando Dios como algo que de verdad existe y asume paciente nuestras verguenzas; tolerante, prosaico, alejado de nosotros tal que el hoy de la lluvia, el estremecimiento que, supongo, siente al atisbar la caida del ejercito de gotas sobre el suelo, de migrar el aire turbulento de un sitio a otro, de los malditos truenos que mojan fuego.

hablar de Dios es temerario, lo asumo. nada se obtiene de su critica salvo odio, o miedo, o simple pasotismo, o incontinencia verbal o cerebral; siempre pensé que la fe era contraria a la razón, y son tantos los ejemplos que moriría de anciano antes de terminar de contarlos todos. nada mueve una montaña, salvo el tesón, la necesidad o el gusto de hacerlo.

sin embargo algo tiene el agua cuando la bendicen. Ignoro si el miedo, latente, el que te hace mirar hacia la espalda, el que te eriza el vello, el miedo verdadero al fín y al cabo, es una parte importante de la fe y se abstrae de todas las consecuencias, del resto de las situaciones mundanas que confluyen en esa misma fe a lo perdido, a lo alejado, al mismo rayo o a la lluvia que ayer atormentaba y hoy solo es recuerdo, o es precisamente el recuerdo el que necesita de la fe, o al contrario; quizás el saber que el amigo, el hermano, el allegado duerme o vive más allá de las montañas que no movimos, o se desperezan en un mundo nuevo, consistente, brillante y sedoso, desprovisto de las maldades propias de la naturaleza y el instinto humano, o simplemente es alejado para que no lo corrompamos, nos haga sentir mejores. Tal vez sea todo una falacia, una mentira piadosa que nuestra mente, nuestro corazón, el sí total que representa al hombre respecto al resto de las cosas, necesita para reencontrarse consigo mismo, para que se autoempuje, para que viva sin saber, o sin pensar, o ámbas cosas o ninguna, para que, en un momento dado, crea que la vida es algo más que lo antes expuesto, una semana sin dias, un camino oscuro, una maraña de sueños que no terminan en ningún sitio.

la verdad es siempre relativa, como el estado del tiempo, como el alma transparente que nunca tocamos y que a la vez juramos que tenemos, o perdemos en una tirada de dados para intentar hallar, por fín, el misterio que a todos nos acontece, el final del camino nunca practicado.

tal vez nada sea tan cierto como que Dios existe, o Alá, o Elohím o Zeus, o Jehová u Odín. tal vez seamos nosotros solo el recuerdo de alguien que nos observa, temeroso, arrodillado entre lluvias de velas, aposentado en una sinagoga o brindando al sol en lo más recóndito del bosque, llorando por alguien que alguna vez fuimos y ya no seremos. Tal vez la mayor de las ironías fuera que, en realidad, nosotros no existieramos nada más que para nosotros, que nada nos importase salvo nuestro ombligo, y que todo lo posterior sea una sarta de mentiras, que fueramos nada y que allí volveremos, por los siglos de lo siglos, que nos reste únicamente una lápida, un tarro florido encima de una mesita de te, una foto descolorida en un album de fotos que ya no se abrirá jamás.

siempre pensé que la vida era un paseo en bicicleta con las ruedas pinchadas, un reloj adelantado al ayer, un suspiro que se exhala antes de despertar un sueño.

ahora deseo creer, y pido a Dios que Dios exista, que se muevan las montañas, que el agua sea vino y que el arcoiris llegue a Asgard, que una parcela de ese mundo infinito sea cierto y que los soles que me duermen en las cunas tengan su sitio en esa alfombra celestial, dentro de mil años, cuando se tiempo se acabe, pese a su padre.

jueves

uno se hunde cuando puede y quiere, es sencillo. Tanto como dejar de asomarse al espejo, de hurgar entre sus canas, de comprobar que todo sigue como siempre, pese al tiempo, al peso del mismo, al dolor agudo de objetar una foto pasada por el filtro del cariño y de la melancolía; todo se acaba cuando los dias comienzan a ser iguales, cuando el lunes el domingo, cuando lo único que los diferencian son las inclemencias del tiempo, siempre el tiempo, que juzga soberano lo que quiere sin más defensa que el estoicismo de la esperanza, la ingravidez del futuro, el fracaso de la indiferencia.

uno se apaga como se extingue una vela, de forma pausada pero constante, sin celeridad ni ritmos, solo con breves aspavientos resultantes del calor de la vida, esa que te arranca el alma cuando ya no eres nada, acaso espejo, o quizás un mendrugo de pan que las palomas ignoran porque el hambre ya no aprieta, cuando el buche se llena de piedras, cuando el sol ya no afirma ni quema, cuando dejas de ser algo y eres nada. cuando espejo.

por eso esta misiva, esta carta, estas letras sucias malpensadas, estridentes, traicioneras, acabadas y que, sin embargo, hacen que la rutina se muera, que se vaya, que se extinga; que me permite afrontar el otoño asomado a mi reflejo, sin necesidad de espejos, ni el tino certero de la lejanía forzada; cuando diviso el antes, el ayer, como una herida abierta que no escuece ni quema, solo advierte que somos lo que somos, prisioneros del espejo que nos alimenta el ego o nos destroza el mismo alma que vendemos cuando olvidamos el sueño de ser algo más que espejo, o reflejo, o levedad o bucle.

aquí mi firma varada.
sigo vivo.


hoy es jueves.