19.11.08

jueves

uno se hunde cuando puede y quiere, es sencillo. Tanto como dejar de asomarse al espejo, de hurgar entre sus canas, de comprobar que todo sigue como siempre, pese al tiempo, al peso del mismo, al dolor agudo de objetar una foto pasada por el filtro del cariño y de la melancolía; todo se acaba cuando los dias comienzan a ser iguales, cuando el lunes el domingo, cuando lo único que los diferencian son las inclemencias del tiempo, siempre el tiempo, que juzga soberano lo que quiere sin más defensa que el estoicismo de la esperanza, la ingravidez del futuro, el fracaso de la indiferencia.

uno se apaga como se extingue una vela, de forma pausada pero constante, sin celeridad ni ritmos, solo con breves aspavientos resultantes del calor de la vida, esa que te arranca el alma cuando ya no eres nada, acaso espejo, o quizás un mendrugo de pan que las palomas ignoran porque el hambre ya no aprieta, cuando el buche se llena de piedras, cuando el sol ya no afirma ni quema, cuando dejas de ser algo y eres nada. cuando espejo.

por eso esta misiva, esta carta, estas letras sucias malpensadas, estridentes, traicioneras, acabadas y que, sin embargo, hacen que la rutina se muera, que se vaya, que se extinga; que me permite afrontar el otoño asomado a mi reflejo, sin necesidad de espejos, ni el tino certero de la lejanía forzada; cuando diviso el antes, el ayer, como una herida abierta que no escuece ni quema, solo advierte que somos lo que somos, prisioneros del espejo que nos alimenta el ego o nos destroza el mismo alma que vendemos cuando olvidamos el sueño de ser algo más que espejo, o reflejo, o levedad o bucle.

aquí mi firma varada.
sigo vivo.


hoy es jueves.

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