22.1.06

LAS MONEDAS, EL TIEMPO, EL AIRE Y EL DINERO.

Una moneda redonda con cara en el rostro y número en el anverso, una sonrisa torcida que se asume en el rostro dorado, terso, peinado, sereno, sincero.

Una moneda estriada en el círculo contrario, en el anverso de nuestra mano. Un pensamiento comprado con esa moneda, una maraña de recuerdos de plata consciente desde el desdén del metal de plata y mirra que ofrece integridad a cambio de tiempo. Trabajo.

Un billete gastado es una semana perdida, la secuencia ingrata del bucle de tiempo que gastamos como el billete, para siempre. Desayuno enfadado y sin diamantes, un círculo vicioso, una rutina maldita vendida por dinero, por un billete gastado que es un retrato de esclavitud adorado, un sinónimo de una rueca de doncella durmiente que se pincha el dedo adrede, un muerto de hambre que ayuna su comida para comer mañana.

Dinero, plata, tela, o billete o moneda; anversos de la caza permitida del animal humano; un final y un fín elegido sin demasiado criterio, por el empuje del mecanismo perfecto que socialmente nos maniata y nos obliga a caer de nuevo en el principio, como el bucle de tiempo que gastamos en billetes, como el círculo vicioso o el desayuno cansado, el tarde y el temprano, el llegar a tiempo a la rueda de la rueca, y ofrecer la sonrisa y ese pedazo de destino al que llamamos vida a cambio de la nada y el todo que significa un papel gastado en forma de rectángulo y de bonitos colores; Papel mojado que sirve para comprar un tiempo que se ofrece para obtener papel, adquirir un sueño, de oferta, equivalente al tamaño de nuestro tiempo ofrecido y equidistante a la proporción de ingresos obtenidos con nuestro propio tiempo. El cuento de la abuela Pipa.

Vivir así sería como comprar el aire, como entender que transparente e insípido nos traspasa y nos obliga a respirar y a comprender que dependemos de él para seguir respirando; Aun cuando el aire solo sea un tarro de esencias gratuitas que se ofrece para gastar, aun cuando sea un aire comprado con el sudor de nuestro aire y similar al tiempo que vendemos para comprar el aire, o el tiempo, o el billete gastado que se rie en nuestro bolsillo.

Una redonda moneda circula por el borde de nuestra mesa, cilíndrica acuñada luna de curso letal que sirve y vale por una hora de tiempo, ese árbol caduco que pierde hojas a cada paso del aire que compramos.

Una moneda de plata equivale a esto que escribo, una hora de tiempo, un saco de aire comprado y vendido, cambiado; una moneda rodada que se pierde por el sumidero de nuestros bolsillos de vida, atolondrados.

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