20.1.10

de las cartas y las navidades

Estimada navidad:

Te acercas y ya te echo de menos, aun sin conocerte,- obviemos los detalles, nada es lo suficientemente cuerdo como para ser pensado de forma coherente-
Sabes que la vida sin ti no es lo mismo, me aferro a pensar que te conozco, que eres parte intrínseca de lo que ayer eran mis recuerdos y hoy solo algunos modelos de sepia bien engarzados en una mente que se esfuerza por no esforzarse. Te anhelo, quiero acariciarte y no me dejas, te siento a medias, como el beso que se da y no acaricia el pómulo, como una mirada que se pierde por la efervescencia del rubor. Te localizo en los sitios o momentos equivocados, eres la foto, el recuerdo, el ayer al fin y al cabo, y yo no dejo de caminar hacia el futuro; en realidad nos alejamos, porque tu nos acompañas paciente a la espera de que nos demos cuenta de que no existes, o quizá solo seas un rumor que trae y se lleva el viento que nos enfría el alma, y solo acertamos a verte cuando nos das el beso en la frente. Eres la sonrisa del abuelo, el abrazo pleno, la garantía de la sonrisa de un niño, el azúcar, el aliento, el querer ser mejor a cada momento, a cada instante. Y no te llego, o te palpo (¿serás tú el maldito fantasma del poema quebradizo de Bécquer?) y no me lleno de lo que das. eres terca y consecuente- y lo sabes- aprendes a morir cada febrero para nacer en el invierno, cuando los bolsillos se llenan, cuando pasamos de ser sombras o bombear sangre, cuando abrimos los ojos y nos damos cuenta que existen personas alrededor de nuestro ombligo, aunque distantes, caducas, externas. eres un ave fénix congelado y de oferta, mal que nos pese, naces y naces y renaces solo para morir de nuevo estrangulada por las mentiras, por el ego, por las simples miserias que componen el género humano- cuando humano es respirar y preocuparse de uno mismo, para siempre-

Ayer murió un niño en Colombia, pero ya tengo mantecados para recibirte, y turrones y mentiras almendradas que tragamos con sonrisas de pintalabios de marca. y nos regocijamos de tener la vida que tenemos, aun cuando nuestra propia vida solo es un renglón torcido en la libreta que nadie lee, como si la libreta fuera una navidad cualquiera, que pasa de mano en mano y nadie abre porque en el fondo no interesa, acaso su portada, hilada con hebras de oro, con cánticos de dioses solares que nos salvarán de nuestra propia codicia, y no entendemos que la navidad es un poco de la bondad que no usamos derramada entre las nieves, para envalentonarnos, para adecuarnos a la sociedad que sucia nos engalana de nada, de navidad, de libretas que se anteponen a lo que en realidad nunca pensamos, o decimos, o lloramos.

Estimada navidad, dicen que eres alegre, que traes añoranza y amor, y consuelo, que nos atas en volubles manjares, que representas el orto de nuestra salvación, que eres el equinoccio perfecto y eterno.- los tres reyes, el pacto del sol, la vida entera- y sin embargo, solo siento que nos pintas la cara para hacernos creer que somos mejores de lo que somos, o haremos, o seremos o al revés y al contrario. Yo no te hallo, no te llego, no consigo abrazarte porque eres el espíritu que siempre llega a la puerta de mi casa, para quedarte asomada a la ventana. te busco en los ojos de mis hijos, en mis anhelos, en los regalos que florecen justo has partido, pero nada me llena tanto como haberte conocido en la lejanía, en la otra acera, más allá del tormento de las creencias y los desatinos. Eres un recuerdo clavado, un tatuaje blanco, una estepa sin camino, y no te encuentro. No me encuentro. No te conozco.

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