11.6.09

de la vida y las mariposas

A veces todo se termina o acaba en el momento que damos cuenta que no tiene sentido, ni lugar, ni tiempo. La vida es un tramo bizarro de una alegre partida donde siempre perdemos y perdemos y perdemos sin remisión alguna; tendemos a creer que todo tiene un sentido, que vivimos de instintos y causalidades – o casualidades, o algo parecido- que nos llevan en volandas hacia donde supuestamente nos merecemos. Creemos ver señales que nos incitan a seguir por un cierto camino hasta llegar al lugar acordado, hacia donde queremos, o necesitamos estar, o simplemente donde nos llevan de la mano. La vida es justa e injusta, o eterna, o caduca, siempre depende de cómo la tomemos, o miremos, o disfrutemos; se acaba en instantes y se vive por siempre, pese al tiempo que utilizamos para disfrutar de ella, para sufrirla, odiarla o abrazarla como si fuera – en realidad, es- la única forma de seguir cuerdo.



A veces creemos que tenemos el todo el tiempo del mundo para desempeñar algo mas que la evolución de nuestro ego- aun cuando no entendemos que el tiempo es la última gota que llena el vaso de otro- de nuestras sensaciones, de nuestra causa, y pretendemos esconder el resto de las cosas para que todo se simplifique; jugamos a pensar que todo es permisible para que nuestros deseos se sientan satisfechos. Quién no engaña a un amigo para rescatar un tesoro, para quedárselo, para arrebatarlo. Quién no calla una verdad para que el resto parezca mentira, quién no ha pensado alguna vez que el mundo es una conspiración en nuestra contra y tenemos que luchar contra todo y todos para resultar libres. A veces la propia vida nos vuelve locos con sus mensajes encontrados. Te da lo que te quita y a la vez te lo regala, te hunde en la miseria, te eleva, te engarza con los mejores y más preciados recuerdos y te traslada a las mismísimas calderas de Pedro Botero, te anuncia un beso y te regala un puñal o al contrario; te saca del averno y te dota de alas para que vueles el tiempo establecido antes de caer al precipicio. Te hiere, te ama, te mata.



A veces, simplemente toda nuestra vida es mentira. Desde el nacimiento, al menos, y creemos que algo nos maniata o nos empuja por defecto a recorrer un camino que no es el nuestro, el elegido, el que realmente nos engrandece, el que nos hace sentir plenos, perfectos, dioses; miramos por la ventana y acertamos a divisar todo lo que una vez no seremos por una acción mal acometida, una negación no mostrada, un “de acuerdo” sin convicción sincera, y entonces todo cambia, las casas se hacen edificios, las calles cambian de nombre y tu cabello se vuelve cano y resulta que todo ha pasado sin pena ni gloria, ni vida. Quién no ha muerto de cáncer por no negarse a tomar el primer cigarrillo, quién no pierde a una esposa, el amor de su vida, su vida entera, por dejarla bailar con un desconocido, o bien por un desconocido disfrazado de conocido, o amigo, o fiel compañero de fatigas- las tuyas- que te enseña que nada es tuyo si no vuelve por su propio pie, quién no es nadie por haber querido ser alguien en el momento equivocado, quién no se ha lamentado por un error cometido en el pasado, aun cuando el pasado solo es tiempo presente, porque permanece pese al paso del tiempo, o del pasado, o simplemente se transmuta en presente y viene a recordarte que el pasado es imborrable, que aguanta sereno las embestidas de nuestra mente para olvidarlo, para acicalarlo de cosas bonitas, para soñarlo en sepia, y en realidad es la mano que nos guía para acariciar el futuro, o entenderlo, o simplemente negarlo.



La vida es una mariposa que vuela para nadie, que permanece alejada mientras revolotea en violeta para nosotros. A veces la vida es un trozo de nada atragantado en la garganta, la parte del todo que nunca sentiremos, la media espada que solivianta el pescuezo.



La vida es el extracto de todas las lágrimas que nunca lloramos, la parte de la sonrisa que tapamos con la boca, el deseo de ver el amanecer mientras seguimos dormidos.



La vida es ayer, y parte de hoy, y quizás mañana, para siempre.

No hay comentarios: